domingo, 25 de mayo de 2008
Indicio
Esa es su particular manera de invitarme a comer helado.
[ Pedazos ]
[ No en vano lo primero que hacemos en la vida es llorar ]
1. Las lágrimas rodaban por las mejillas de la pequeña niña. Ella, en silencio y entre espasmódicos movimientos del diafragma, miraba como sus cinco globos de helio ascendían. Se alejaban con apuro de su manito blanca que los había descuidado, apenas durante un segundo, por la tentación de un algodón de azúcar. Su tristeza era comparable con la de quien pierde, entre las manos, el brillo de un puñado de estrellas.
2. Decime que me querés. Le dijo al oído mientras con la yema de sus dedos le acariciaba las cejas. Tenía los ojos cerrados y no pronunció palabra. La caricia se detuvo. Una lágrima se le escapó a los párpados que no quisieron abrirse. Él comprendió y se marchó.
3. Colgó el teléfono con rapidez. Se sintió orgulloso de haber sido tan frío, de haber tenido una conversación netamente académica y de no haber mencionado los hechos de la noche anterior. Utilizó el tono neutro que le habían aconsejado sus amigos y no dejó espacio para silencios. Lo más seguro es que ella habría quedado desconcertada, tal y como lo había planeado. Por eso colgó tan rápido, tanto que no se percató del sollozo que había estallado al otro lado de la línea.
Libertades
Con el tiempo uno aprende a darse la libertad de refugiarse en otras cobijas, de decir lo que le produce taco en la garganta y de dejar que el cuerpo hable.
También aprende a darse la libertad de ducharse en otra regadera, de despedirse sin tristezas y de leer sentimientos en los ojos.
Con el tiempo uno aprende a darse la libertad de desayunar en otra mesa, de querer sin tener y de comunicarse sin voz.
También aprende a darse la libertad de sentarse en otra hamaca, de probar otros labios y de buscar otras manos.
Con el tiempo uno aprende a darse la libertad de olvidar, de conocer y de reconocer.
Aprende también a valorar la libertad del amor, a querer sin tener y a esperar sin apurar.
Con el tiempo uno aprende a darse la libertad de sentir el calor ajeno, de negarse y de huir.
lunes, 19 de mayo de 2008
Silencio y Colores
Se la encontraba varías veces en la semana, 2 o 3, a la misma hora y en el mismo lugar: 5pm, en la parada del bus; esa que quedaba cerca a su trabajo y a la universidad de ella. Lo sabía porque ella no vestía uniforme, no aparentaba tener menos de 18 años, cargaba un morral de colores y en una que otra ocasión la escuchó hablando con alguien acerca de su horario.
Se sentó dos bancas detrás de ella. A pesar de no poder ver sus enormes ojos oscuros, se conformó con ver su rostro de perfil mientras miraba por la ventana. Julián se hizo una promesa: el día que la viera de amarillo conversaría con ella.
Muchos días similares transcurrieron, azul, rojo, negro, blanco, verde, violeta, pero ninguno amarillo. Julián la veía, con sus audífonos grandes, su morral de colores y su libro de cuentos, que a veces era de Andrés Caicedo y otras de Carrasquilla. Entendió por fin que no podía quedarse esperando el color y se decidió a hablarle.
Llegó al paradero y se sentó en la banca buscando con nerviosismo qué palabras utilizar. La última información que había recolectado le revelaba que a ella le gustaban los gatos, las pinturas y las sombrillas negras, pero no encontró cómo utilizar lo que sabía sin parecer un acechador. La nena se sentó a su lado, con sus audífonos grandes, su morral de colores y, esta vez, un enorme girasol y una camisa amarilla. Julián dedujo que ya tenía un pretendiente e hizo caso omiso al color.
Desde ese día Julián trabaja hasta un poco más tarde para evitar encontrársela y detectar, tal vez, la presencia de un hombre en su vida. Lástima que no haya visto que la nena le dio las instrucciones para conquistarla: canciones, cuentos y flores.
* Cuento finalista en el 2° Concurso Nacional de Cuento RCN y Ministerio de Educación Nacional
domingo, 18 de mayo de 2008
De madrugada
Al final terminé cuidándome la gripa porque leí el mensaje y era del Pez diciéndome que volvía a la ciudad y quería verme porque me extrañaba, entonces salí a la calle, di muchas vueltas, y volví a acostarme, sin ropa y con el pelo mojado.
lunes, 12 de mayo de 2008
Hay que tener mucho cuidado con las que se llegan a meter en la cabeza, son difíciles de sacar y además producen dolor.
sábado, 10 de mayo de 2008
Inventario
Me gusta andar en moto, dar abrazos de oso, comer helado con crema de chantilly y reirme a carcajadas.
No me gusta que me digan lo que tengo que hacer y que piensen que soy ilusa sólo porque no creo que el dinero lo sea todo.
Me gusta sentarme en el pasto a mirar el cielo, hacer burbujas y reirme a carcajadas.
No me gusta querer escribir y que las palabras se queden por ahí atoradas.
Me gusta cantar mientras voy en un carro con el viento pegándome en la cara y desordenándome el pelo.
No me gusta lo que se siente cuando se es rechazado, ni cuando se espera, ni mucho menos cuando se rompe el corazón.
Me gusta cerrar los ojos y sentir las caricias, correr para acelerar el encuentro y dar besos suaves y cortos.
No me gusta no saber lo que quiero, al igual que no saber si prefiero tus palabra o tus silencios.
Me gusta que me quieras, cerca o lejos pero me gusta
Mi carro a control remoto no funciona, seguro que es la batería. Tiempo atrás diría que yo no funciono y que seguro es tu ausencia, pero hoy digo que yo no funciono y que seguro es el frío. Ahora que lo pienso, es casi lo mismo.