martes, 20 de febrero de 2007

Ejercicio utilizando (.) (,) (:) (...)

Domingo en la tarde sin mi abuela

Querida abuela:

Hoy es domingo en la tarde, la ciudad está tranquila: poco queda del caos semanal.

Quienes aman el deporte han madrugado con una fuerza de voluntad envidiable y ahora descansan. Las amas de casa se han dado el lujo de no cocinar y ahora comen en algún restaurante. Los fanáticos del fútbol están en el estadio o frente a sus televisores. Quienes salieron a pasear preparan su regreso. Los estudiantes comienzan a sentir la terrible y típica sensación del rápido paso del fin de semana. Yo, pienso en vos...

La invasión de tu casa cada domingo y lo que ésta implicaba no es fácil de olvidar: la llegada de cada una de tus hijas con sus hijos y nietos, la instalación del equipo de sonido en la terraza, la preparación del “algo” y de la comida, la canasta de cervezas y la media de ron, la armada de la carpa para el sol, los disfraces y las imitaciones, los bailes exagerados y los chistes repetidos, los vecinos infiltrados y las visitas inesperadas, tus nietos pretendiendo cocinar, las fotos “in fraganti”, las carcajadas... tu alegría.

Es difícil asociar tu imagen de aquellos días a la que adquiriste unos meses después: frágil, triste, enferma... moribunda. No fue fácil comenzar un nuevo año sin vos, ni mucho menos disfrutar la algarabía de un 31 de diciembre sabiendo que yacías fría en un ataúd.

Aún se me llenan los ojos de lágrimas los domingos en la tarde cuando me encuentro acostada en mi cama y sé que no iré a visitarte. Trato de pensar con qué reemplazar el espacio: una ida a hacer deporte, una película en casa ajena o incluso en el cine, una “tardiada” con los amigos en algún parque, un partido de fútbol en el estadio, una clase de conducción dictada por mi mamá, un paseo de olla... o simplemente una tranquila lectura en casa.
Hoy es domingo en la tarde, la ciudad está tranquila. Sólo me queda decirte: te extraño.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Autobiografía

“Sólo quiero ser diferente a las demás”


La timidez era la excusa. La terquedad se convirtió en la evolución de dicho pretexto. La rebeldía fue la conclusión.

Llegó al mundo antes de la fecha prevista. Nunca disfrutó de la leche materna, no se creyó el cuento de Popeye y las espinacas. Cuando le daban crema de zanahoria prefería mezclarla con el jugo y decirle a su mamá que probara lo maluca que estaba. Siempre llegaba de la guardería con la sudadera rota en las rodillas. No le gustaba salir a jugar, prefería sentarse en el balcón a mirar el cielo y perderse en sus pensamientos o sentarse en un cómodo sofá a leer Escalofríos. Pensaba que en muchas ocasiones hablar era innecesario. Creció con el sueño de tener un perro, aún ahora lo sigue soñando.

Su nombre es Jennifer Argaez Urrego, nació el 10 de junio de 1989. Se declara “orgullosamente paisa” aunque confiesa que en un principio no le gustaban los fríjoles; ahora dice que se come toda la “bandejita pero sin chicharrón”.

De pequeña disfrutaba los deportes y actividades en que su papá la inscribía. Natación, patinaje, gimnasia, baloncesto y tenis de campo hicieron parte de su lista. Finalmente, después de terminar los niveles básicos, se dedicó en su tiempo libre al deporte blanco y a otras actividades como las clases de inglés y las de pintura.

En los primeros años de colegio las profesoras la denominaban como una estudiante atenta, muy callada y poco sociable. Reconocían que era una alumna excelente aunque nunca hacía las tareas de religión sobre el evangelio del domingo: “No me llevaban a misa y yo tampoco me quejaba, en realidad ni me gustaba”, dice ella al recordar las notas de “no hizo la tarea” que debía hacer firmar por sus papás.

Fue creciendo y su carácter observador se tornó desafiante. Le mandaban hacer una cosa pero resultaba con otra diferente. Parecía en una etapa de terquedad juvenil; en realidad era la simple muestra de un rechazo hacia las órdenes. Se sentía débil para contestar algún regaño porque al primer intento de modular palabra sus ojos se llenaban de lágrimas, odiaba que la vieran llorar. Prefería demostrar su carácter con hechos. Una de sus mayores satisfacciones fue hacerse merecedora de la excelencia académica en un año durante el cual viajaba a otras ciudades, cada quince días, para participar en torneos de tenis de campo.

Por ser géminis, el horóscopo la define como cambiante y sí que lo es. Ahora poco queda de la pequeña tímida y poco sociable; no le teme a los nuevos retos, ama la aventura y la libertad, es una persona alegre, observadora, activa y que no le gusta complicarse. Su “lado oscuro” está marcado por la impaciencia, la indecisión, el cambio de humor, una tendencia a juzgar antes de conocer y en ocasiones a reprimir sus sentimientos.

No le molesta que la llamen rebelde siempre y cuando no la relacionen con RBD. Lo que más admira es la autenticidad, algo que odia es la homogeneidad y su máximo ideal es ser siempre ella misma: “Nunca pertenecer al montón”.