jueves, 12 de febrero de 2009


Hoy vi tu rostro en un somnoliento pasajero del bus del medio día, en un afanado transeúnte de la Avenida Oriental, en un ávido sudokista del periódico gratuito y en un estático vendedor de minutos. Un color distinto en mi cara por cada uno de ellos, un recuerdo borroso y pasajero del referente ante la duda del recurrente encuentro, un rasgo evidentemente érroneo en cada uno de los usurpadores. O se me está borrando tu retrato o tenés un rostro muy común y apenas me estoy enterando.

Ultimamente ando muy inquieta con el asunto de la memoria. Me sorprendo al escuchar los recuerdos de mis amigos de cuando eran pequeños, de sus momentos colegiales, de sutiles situaciones, y de un sinnúmero de hechos que me desconciertan. Tengo muy mala memoria.

Afortunadamente muchas de las cosas que se fugaron de mi memoria se convierten en divertidos relatos que, en boca de mis familiares y con las variaciones que cada uno de ellos le imprimen, me sorprenden una y otra vez.

Creo que tendré que llenar cuadernos con palabras, transformar los momentos en imágenes y amenizar mi vivir con canciones; agudizar mi olfato y mi tacto, profundizar mis emociones y reducir la velocidad. Sólo así podré asegurarme una memoria prodigiosa y vivir sin el temor de olvidar.