viernes, 5 de julio de 2013

Doble faz

Siempre hablaban de lo mismo, de buscar aquel portón, pócima o reloj mágico que les permitiera habitar en una realidad paralela.

El, allí, haría muchas cosas de otro modo. Dejaría su trabajo para dedicarse a escalar, le retiraría la  palabras a los jefes abusivos, tomaría más vino en la noche y correría aquel riesgo con aquella mujer a la que siempre le había huido.

Ella, en esa realidad paralela, bailaría más, hablaría menos y se iría para un país de lengua desconocida sin decirle a nadie. Desaparecería y le daría la oportunidad a ese hombre que la inquietaba tanto.

Lo que los mantiene atados a esta realidad es el posible sufrimiento que pueden generar, es la preocupación por ser la causa de algunos llantos, es la mirada inquisidora de la sociedad sobre cualquiera ser sus acciones.

En esa realidad paralela no importaría si alguien resultara herido,  porque siempre quedará esta para seguir viviendo tras las apariencias.