lunes, 30 de junio de 2008

Horizontal Cinco Casillas

Prometiste volver antes de que yo terminara el crucigrama. Pero la única palabra que me falta es el nombre del lugar donde te encuentras.

No tiene Sentido

Lo dijo Cepeda. Gracias, Andrés

Estoy pensando que no tiene sentido
volver a encontrarme de nuevo contigo
estoy pensando que me doy por vencido
que todo se acaba mas yo no he entendido

Y pido a Dios que me colme de fuerzas
de pura grandeza
de armas y don, de valor y destreza
para entender que no tiene sentido
volver a encontrarme de nuevo contigo

Estoy tratando quizás de olvidar
diciembre que no, agosto que igual
te he preguntado si algo pasó
y nadie quedo para contestar

Y pido a Dios que me alivie el dolor
de tanta ilusión que creció con un sueño que hoy sigue viviendo conmigo
duele aceptar que no tengo motivos
ni tengo razones para estar contigo
Imagen: Elpais.com

sábado, 28 de junio de 2008

Dos segundos

Suficientes

Tomó un colectivo en el que viajaba poco y se sentó al lado de la ventana. Tenía treinta minutos para llegar a la panadería acordada para encontrarse con Alejo. Lo esperaba una ruta larga. No se acordaba mucho del recorrido del vehículo, sin embargo estaba seguro de que era el único que lo llevaba, desde su casa, hasta allá. Le compró una gomita en forma de aro al niño que se subió detrás de él en el paradero y les dio una moneda de 200 pesos al par de raperos que, con una grabadora amarilla y una pista interminable, cantaron casi diez minutos. Más que por el mensaje de la letra les dió la moneda porque le dijeron un dato curioso: "Rap quiere decir, revolución artística popular". Con esas palabras Lucho quedó maravillado.

La familiaridad de los barrios por los que pasaba el colectivo era esporádica, salvo cuando ante su ventana desfilaron los edificios que correspondían a la urbanización en la que él siempre había deseado vivir. Ahí se dió cuenta que se encontraba en el barrio de su novia anterior, de la que no sabía nada hace un buen tiempo y por la que todavía sentía un amor profundo. Ante el sentimiento de ansiedad que lo invadió estar de nuevo en ese territorio y al recordar que después del semáforo pasaría justo por la cuadra de la casa de Cristina, se mordió la manga izquierda del saco y de su boca se desprendió sonrisa. El semáforo, indiferente, permanecía en rojo y Lucho se empezó a preguntar si ella se habría cambiado el cabello, si todavía estaría viviendo allí, si conservaba los regalos que él le había dado, si la vería, si ya se había comprado la moto, si estaría de viaje, si estaría comprando el chance, en fin. El colectivo empezó a moverse y Lucho mordió con más fuerza la manga. La cuadra se acercaba y él, a la misma velocidad, giraba su cabeza hacia la derecha procurando no perder ningún detalle del panorama. La cuadra estaba desierta y no había nadie afuera de la casa de reja negra y jardín pequeño en la que vivía Cristina. Volvió su mirada hacia el frente un poco decepcionado. El vehículo aceleró, la luz era ahora amarilla. Lucho tuvo tiempo apenas para reconocer a la muchacha que venía caminando por la acera en dirección a él, pues el colectivo giró a la izquierda. Sonrío y se mordió el labio inferior. Se sintió como un tonto y enrojeció.

Le bastó una imagen de dos segundos para alegrarse. Aún sabiendo que su tiempo con ella se había terminado ya.

domingo, 22 de junio de 2008

Ritual

"Yo no sé que hacer con usted". Le dijo como quien se encuentra frente a un caso perdido. La primera medida que había tomado era tratarla así, de usted, como nunca lo había hecho. "Sus cosas ya están empacadas". Sentenció señalando la puerta y trazando una línea imaginaria hasta la sala dónde se encontraban el maletín y la caja de cartón. "Su ropa, sus regalos, sus cartas..." Y se quedó callado mirando la repisa que quedaba justo en frente de la cama. Allí estaba, un poco empolvada, la única cosa de la que aún no podía desprenderse: un avión de madera que ella le había traído de uno de sus viajes. "Usted no tiene que devolverme nada, quédese con lo que tenga". Le anunció recordando el pantalón ancho que a ella tanto le gustaba, la camisa blanca de Bugs Bunny con la que ella muchas veces dormía y el saco con el que se había ido. "Yo estaba dispuesto a esperar pero creo que usted exageró". Afirmó mientras cerraba la puerta del clóset. "Así que... yo creo que no hay nada más que decir. Que esté muy bien, la quiero, cuídese, adiós". Se sentó en la cama, suspiró, tomó la fotografía, le dio un beso y se acostó a dormir. Minutos antes de la media noche llegó ella. Entró procurando no hacer ningún ruido pero no pudo evitar tropezarse con el maletín y la caja. Se dirigío al cuarto, se quitó la ropa mojada, se puso la camiseta de Bugs Bunny y se metió en la cama: "¿Otra vez echando a mi recuerdo? Pues te va a tocar recibirlo de nuevo". Le dijo al oído y luego le dio un beso en la boca. Él sonrío, la abrazó y la besó de nuevo. Su ritual, una vez más, había dado resultado.

Imagen: http://elunicornioexiste.blogsome.com/images/maleta_parisfinal.gif

Zep

Me sueño tomando una foto como esta.

Para vos no tengo carnada ni pecera. Podés quedarte en el mar.

Hoy mi hermana me dijo que le regalara un pez. - Yo quiero un lobo siberiano. Jenni, regalame un pez - A mí me dio risa eso que me dijo tan incoherente pero le pregunté qué clase de pez quería y me respondió que un Betta del color que yo quisiera. - En un mes - Le dije. Por mí se lo compraba mañana pero si ella se va de viaje un mes pues lo mas lógico es que se lo regale cuando vuelva. Además yo no quiero comprarlo rápido porque me aburriría de cuidarlo, la vida de los peces de pecera me parece muy monótona y depronto me dan ganas de enviarlo de excursión por alguna quebrada y luego cómo lo recupero.

En mi casa han habido varios peces pero han durado poco, no porque yo los haya enviado de paseo sino porque se han muerto, seguramente de aburrimiento, pero a mí no me ha dado tristeza porque a los peces es difícil quererlos. Uno sólo puede jugar con ellos cuando les da la comida, o cuando los corretea con la red o cuando les pega en el vidrio, pero mi prima me dijo que a ellos no les gustaba que uno les pegara en el vidrio, entonces no lo volví a hacer y tuve un recurso menos para acercarme a ellos.

Yo tengo un amigo que estoy segura que es un pez. Afortunadamente él no es de pecera sino de mar abierto y hasta creo que de aguas profundas. Tiene colores muy bonitos y no se deja atrapar facilmente. Yo lo conocí en el mar, aunque muy cerca de la playa. En este momento él está en la costa, lleva allí muchos días pero seguro se está diviertiendo y demás que ya encontró un cardumen y un bonito arrecife. Yo sólo espero que alguna corriente lo traiga por estos lados para volverlo a ver. Ojalá sus escamas estén llenas de historias y no muerda ningún anzuelo. Sería muy triste que un pez exótico como él terminara en una barbacoa.

Creo que el pez de mi hermana será rojo, hoy que pasé por un acuario los vi y ese me pareció el más bonito. Además ella tendría su color favorito en una pecera y yo me acordaría de mi amigo. Ojalá en un mes ese pez todavía esté allí, o al menos otro del mismo color. Si no pues tocará comprarle otro y buscarme otra manera de recordarlo.

Imagen: http://www.loveearth.com/assets/cmsuploads/2981dd5b-5524-4bcd-9a4f-fadd412d55f0/Image.jpg

martes, 17 de junio de 2008

En la piel

Soltó el libro con rabia sobre sus rodillas. El cuento que estaba leyendo era demasiado aburrido. Miró hacia la calle con el ceño fruncido aún y se levantó de la silla para entrar a buscar algo que la pusiera de buen humor. Tomó la última cajita de leche achocolatada que quedaba en la puerta de la nevera y, después de incrustar el pitillo, comezó a beberla lentamente. Salió de nuevo al balcón y dirigó su mirada al cielo. Las enormes nubes blancas le hicieron pensar, como siempre, en crema de chantilly. Terminó su bebida, levantó la silla con el libro y la puso dentro de la casa, cerró el ventanal y se tumbó boca arriba en el tapete de la sala. Sintió cómo el silencio de su apartamento se le pegaba de la piel. Era la primera vez que experimentaba la soledad.

Se lamentó el no tener alguien con quien pintar las paredes blancas de ese lugar, con quien compartir el balcón, el tapete, la cobija, la leche achocolatada e, incluso, la ducha. Le dolió no tener a quien llevar al teatro, a quien contarle historias con la luz apagada y confesarle sus miedos a la luz de una vela. El vacío de no tener con quien cantar desafinado, recitar poesía de memoria, hacer juegos de palabras y llenar los crucigramas, se profundizó. Los recuerdos de un calor ajeno hicieron más ruidoso el silencio y mas dolorosa la soledad.

La tristeza la levantó del tapete y la llevó a la cama. Si tan sólo Siro no la hubiera rechazado las paredes estarían pintadas y ella no estaría estremeciendose por el frío de la cama.

lunes, 16 de junio de 2008

La nena del moño rojo

"Es como si hubiera una pared de celulosa que ninguno se atreve a cruzar"

Cuando se fue estaba triste. Yo sabía que había escuchado todo lo que Marlon le dijo pues no dejó de mirarlo a pesar de las lágrimas que se le acumularon en los ojos. "Ella no tiene miedo de entregarlo todo. Pero ningún hombre se ha atrevido a amarla", esas habían sido las palabras que hicieron que ella cerrara los ojos, tragara con dificultad y luego agradeciera con una inmensa sonrisa. Suspiró, bajó la mirada y las digirió lentamente.

Antes de irse se despidió de mí con un abrazo prolongado pero necesario. Le dije que no dudara en llamarme, que se fuera a descansar y que no se preocupara, que Marlon tenía razón y que ambas sabíamos que Juan era un cobarde y un idiota. Soltó una risita cómplice ensombrecida por la decepción, me dio un beso en la mejilla y se fue.

A eso de la media noche me llamó en medio de un doloroso llanto que mis propios ojos no pudieron contener. Hubo muchos porqués que no le pude ayudar a responder. Y es que yo tampoco entiendo por qué Juan se esconde y complica las cosas y las niega. No sé a qué le tiene miedo pero seguramente eso es lo que no lo deja ver lo bonita que es ella, las millones de cosas que tiene para dar y todo el amor que, si no fuera por él, ya le hubiera entregado, incluso, con un moño gigante.

"Yo la amaría", había respondido Maria después de las palabras de Marlon. Yo la amo, pero no es mi amor ni el de Maria ni la muerte del gato, lo que hace que a ella se le escapen las lágrimas y se le arrugue corazón.

Juan, no te escondas. Ámala y deja que te ame.