lunes, 7 de mayo de 2007

En un día existencial

¿Quién no ha experimento lo que se siente en un día existencial o, como diría Jean Paul Sartre, un día de Naúsea?
No sé si yo sea muy escéptica pero realmente no creo que alguien medianamente humano no haya experimentado, al menos una, de estas sensaciones:

- Nada sabe a lo que debería saber, nada huele a lo que debería oler y nada es lo que debería ser.
- El inconformismo ante lo que se hace o deja de hacer transpasa los límites del margen de error.
- Se está pero a la vez no y nunca se sabe dónde.
- Nada gusta, no gusta nada.
- Nada encaja en su lugar, o es más grande o es más pequeño.
- No se termina nada de lo que se empieza ni se empieza algo que se debiera terminar.
- La musicalización se torna melancólica; hace mella en los anhelos.
- Las ausencias se hacen más profundas y las presencias se ausentan.
- Las malas sensaciones se hacen más tangibles.
- Se busca algo, no se sabe que, pero pocas veces se encuentra.
- Se espera a alguien, no se sabe a quien, pero no siempre llega.
- Se espera un abrazo sincero pero no se pide.
- Se llama a alguien pero no pasa de ser una llamada telepática.
- Todo, absolutamente todo, se percibe con cierto sentimentalismo.
- No dan ganas de hacer nada pero nada nada.
- Las cosas parecen demasiado obvias, demasiado estúpidas o demasiado abstractas.

Tal vez un día existencial no sea nada agradable pero a la vez es el día en que nos sentimos completamente humanos.