lunes, 16 de junio de 2008

La nena del moño rojo

"Es como si hubiera una pared de celulosa que ninguno se atreve a cruzar"

Cuando se fue estaba triste. Yo sabía que había escuchado todo lo que Marlon le dijo pues no dejó de mirarlo a pesar de las lágrimas que se le acumularon en los ojos. "Ella no tiene miedo de entregarlo todo. Pero ningún hombre se ha atrevido a amarla", esas habían sido las palabras que hicieron que ella cerrara los ojos, tragara con dificultad y luego agradeciera con una inmensa sonrisa. Suspiró, bajó la mirada y las digirió lentamente.

Antes de irse se despidió de mí con un abrazo prolongado pero necesario. Le dije que no dudara en llamarme, que se fuera a descansar y que no se preocupara, que Marlon tenía razón y que ambas sabíamos que Juan era un cobarde y un idiota. Soltó una risita cómplice ensombrecida por la decepción, me dio un beso en la mejilla y se fue.

A eso de la media noche me llamó en medio de un doloroso llanto que mis propios ojos no pudieron contener. Hubo muchos porqués que no le pude ayudar a responder. Y es que yo tampoco entiendo por qué Juan se esconde y complica las cosas y las niega. No sé a qué le tiene miedo pero seguramente eso es lo que no lo deja ver lo bonita que es ella, las millones de cosas que tiene para dar y todo el amor que, si no fuera por él, ya le hubiera entregado, incluso, con un moño gigante.

"Yo la amaría", había respondido Maria después de las palabras de Marlon. Yo la amo, pero no es mi amor ni el de Maria ni la muerte del gato, lo que hace que a ella se le escapen las lágrimas y se le arrugue corazón.

Juan, no te escondas. Ámala y deja que te ame.

1 comentario:

  1. Apuesto que la nena del moño rojo va a volver a llorar cuando lea esto: Un poco por la alegría de saber que su amor es correspondido y un poco por la pared de celulosa.

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