martes, 17 de junio de 2008

En la piel

Soltó el libro con rabia sobre sus rodillas. El cuento que estaba leyendo era demasiado aburrido. Miró hacia la calle con el ceño fruncido aún y se levantó de la silla para entrar a buscar algo que la pusiera de buen humor. Tomó la última cajita de leche achocolatada que quedaba en la puerta de la nevera y, después de incrustar el pitillo, comezó a beberla lentamente. Salió de nuevo al balcón y dirigó su mirada al cielo. Las enormes nubes blancas le hicieron pensar, como siempre, en crema de chantilly. Terminó su bebida, levantó la silla con el libro y la puso dentro de la casa, cerró el ventanal y se tumbó boca arriba en el tapete de la sala. Sintió cómo el silencio de su apartamento se le pegaba de la piel. Era la primera vez que experimentaba la soledad.

Se lamentó el no tener alguien con quien pintar las paredes blancas de ese lugar, con quien compartir el balcón, el tapete, la cobija, la leche achocolatada e, incluso, la ducha. Le dolió no tener a quien llevar al teatro, a quien contarle historias con la luz apagada y confesarle sus miedos a la luz de una vela. El vacío de no tener con quien cantar desafinado, recitar poesía de memoria, hacer juegos de palabras y llenar los crucigramas, se profundizó. Los recuerdos de un calor ajeno hicieron más ruidoso el silencio y mas dolorosa la soledad.

La tristeza la levantó del tapete y la llevó a la cama. Si tan sólo Siro no la hubiera rechazado las paredes estarían pintadas y ella no estaría estremeciendose por el frío de la cama.

1 comentario:

  1. la piel es una parte sensible y lo que se le pega, no sólo le dura, sino que se lleva a todas partes

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