domingo, 2 de septiembre de 2007

Sombra, sombra


La sombra de Mandarina siempre se había esforzado por ser la mejor sombra de todas. En todo momento estaba pendiente de la posición de la luz para optar la forma correspondiente, se sentía cómoda con su dueña y disfrutaba cuando caminaban al aire libre.

Un día, la sombra de Mandarina comenzó a hacerse preguntas acerca de su ser, por qué no tenía color, por qué ella no podía tener también una sombra, por qué no podía quedarse en la cama un rato más mientras Mandarina se duchaba, por qué ella no sentía y por qué siempre tenía que parecer estampada.

Estas preguntas inquietaron a la sombra de Mandarina durante algunas semanas hasta que una noche decidió que no quería seguir siendo sombra. Estaba cansada de tener que ser a veces más alargada y otras más corta, de preocuparse en todo momento por las características de la luz, de ser pisada, de no poder sentir y, sobre todo, de ser oscura.

La sombra, aprovechando que Mandarina dormía y que la ciudad estaba lo suficientemente oscura para no ser percibida, se escapó por debajo de la puerta, se deslizó por las escaleras y corrió pegada del pavimento. Empezó a llover agua caliente y vió como poco a poco llegaba una luz del cielo y su figura se hacía más clara, casi transparente. Con tristeza se dió cuenta de que una vez más estaba en el piso del baño mientras Mandarina se duchaba, había sido sólo un sueño, un sueño de sombra.

La sombra de Mandarina, luego de un par de días y gracias a la sombra de Jacobo, comprendió que sólo dejaría de ser sombra el día de la muerte de su dueña después de la cremación o del entierro. En ese momento tendría la oportunidad de elegir entre ser un nuevo ser humano o una nueva sombra..

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