domingo, 19 de agosto de 2007

Alas Rotas

Camino por la calle sin ninguna prisa. No me detengo a mirar a nadie pero la gente sí se toma su tiempo para tratar de asimilar lo que su cerebro, por medio de sus ojos, les muestra; el problema es que son sus creencias las que les impiden convencerse. Las lágrimas negras que se deslizan por mis mejillas y las alas que arrastro parecen ser elementos de un cuadro no muy común en las historias de transeúntes. Mis pies están descalzos y pasan despreocupados por los charcos que se han formado sobre el asfalto. Mi traje blanco dejó de tener su color original, parece que el gris de las nubes se le ha impregnado. Me duelen las alas, están sangrando y no tengo la fuerza suficiente para tratar de volar o, como mínimo, para llevarlas en alto y evitar que sigan dejando ese río de sangre en el suelo. Las lágrimas siguen fluyendo, por momentos veo todo negro pues logran acumularse en mis ojos, aún así no me detengo. Del ojo derecho brotan lágrimas de desilución y de rebeldía; del izquierdo, de dolor y de furia. Me duele el corazón, por más que digan que el corazón no duele, lo siento arrugado y eso duele. Su palpitar es lento y cada vez se hace más imperceptible. Creo que él también ha empezado a sangrar.

No puedo caminar más. Ya no tengo consciencia del dolor. La sangre ha dejado de fluír, tal vez ya se acabó. Las lágrimas salen sin color, ya no están cargadas de motivos ni de emociones, en cualquier momento se acabarán también. No sé dónde estoy pero parece un bonito lugar para morir, la ciudad con su contaminación ha quedado atrás. Me veo rodeada de un amplio campo verde (realmente no sé si sea verdad, es posible que ya haya empezado a divagar), no recuerdo haber percibido el momento en que la lluvia cesó y ahora el ambiente se torna cálido (lo digo por lo que veo, ya ni siquiera siento). Me acuesto boca abajo para que mis alas puedan recibir los tímidos rayos de sol que se asoman; noto algo raro en mi pecho, creo que ya no tengo corazón, ¡que lástima! como me gustaba escuchar sus latidos. Cierro los ojos, me gusta esa oscuridad. Espero caer en una inconciencia profunda y deseo no volver a despertar.

1 comentario:

  1. A veces cargo con pegamento, otras con hilo y aguja, con cinta, con babas. Y pongo a disposición lo que se necesite para reparar el daño.

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