lunes, 19 de noviembre de 2007

Pacto

Allí están las dos, jugando descalzas en la playa. Llevando arena de un lado a otro con sus baldes amarillos y levantando una serie de residencias de arena alrededor del imponente castillo ya construido. Paloma, la de la piel más blanca y las pecas más abundantes, tiene un fresco vestido blanco perla que se deja llevar fácilmente por la brisa. Su cabello rubio y crespo nunca se queda quieto y ella se lo quita de los ojos con enojo pues no la deja vigilar con atención al cangrejo rey de su castillo. Estrella, la de los ojos curiosos y las mejillas ruborizadas, mira en silencio el atardecer, siempre le ha parecido un total irrespeto hablar cuado el sol brinda semejante espectáculo. Su piel es un poco más dorada que la de Paloma y sus pecas casi imperceptibles. Los castaños rizos de Estrella vuelan con el viento, ella en lugar de retirarlos de su cara cierra los ojos y sonríe: "Que no pare nunca", piensa.

El cielo está cubierto de un manto de tonos rojizos, las olas del mar han cobrado más fuerza y la brisa parece soplar a una velocidad uniforme que descansa durante lapsos muy cortos. Las dos niñas están tumbadas boca arriba en la arena; con atención pretenden escuchar el mensaje que traen las olas. "¡Dice que hoy saldrán muchas estrellas!", grita Paloma sentándose de un brinco y levantando arena con su cabello. Estrella cierra los ojos para que no le entre la arena y suelta una carcajada: "¡Qué bueno! ¡Haber si por fin encontramos las nuestras!", responde.

- "Mirá esas"
- "No, están muy separadas"
- " ¿Y esas?
- "No, brillan muy poquito"
- "¿Y las de allá?
- "Están muy lejos"
- "¡Esas son, esas son!"
- "¿Cuáles?"
- "Las que están al lado de esas tres que van en filita"
- "¡Sí, esas son!", sentencia Estrella.

Celebraron tomándose de las manos y dando vueltas en círculo.

- "Es la señal que estábamos esperando, Pa. Vamos hacer un pacto"
- "Está bien. Pero ¿cómo lo sellamos?
- "mmm... ¡Con agua del mar!"
- "¿Qué? ¡No! ¡Mi abuela dice que da dolor de panza!"
- "Pero es solo un poquito..."
- "Bueno, haber..."

Cada una toma su balde, juntas caminan hasta dónde las olas les mojan los pies y dejan que un poco de agua entre al recipiente. Se miran sonrientes e intercambian baldes.

- "Vamos a ser amigas hasta que las estrellas dejen de brillar", dice Paloma con tono ceremonial. - "¡Y cuando grandes nos vamos a hacer un tatuaje!", exclama Estrella con entusiasmo.


Miran hacia el mar y sorben el agua salada de sus baldes. Una mueca, una risotada y una carrera haber quien encuentra primero agua de coco para quitarse el mal sabor.

Dolor en la panza como decía la abuela de Paloma y, diez años después, una estrella tatuada en la espalda de ambas.

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