lunes, 5 de noviembre de 2007

Fragmentos

De la Tercera Elegía

"Mira, nosotros no amamos como las flores, siguiendo tan solo el ciclo del año. A nosotros, cuando amamos, nos sube por los brazosuna savia inmemorial. Oh, muchacha,esto: que amemos en nosotros no a Uno, un ser que ha de venir,sino la innumerable germinación; no a una criatura sola,sino a los padres, que como escombros de montañas,reposan en nuestro fondo; sino el cauce secode las madres antiguas; sino todo el paisaje silenciosobajo un destino claro o sombrío: esto, muchacha, se te anticipó".

De la Cuarta Elegía

"Nosotros no vamos al unísono. No somos sensatoscomo las aves migratorias. Retrasados y tardíos,nos imponemos repentina, forzadamente a los vientos,y nos derrumbamos sobre un estanque indiferente.Sabemos al mismo tiempo florecer y marchitarnos.Y por algún lado andan todavía los leones y no saben, mientras siguen siendo majestuosos, de impotencia alguna. Pero nosotros, cuando queremos una cosa, siempre, ya estamos acariciando la otra. La hostilidades en nosotros lo primero. ¿Acaso los amantesno están siempre poniéndose límites, uno a el otro, ellos, que se prometían espacios, presa, hogar? Ahí, para un dibujo instantáneo, se elabora penosamente un fondo de contradicciones, de modo que lo veamos; pues somos demasiado claros, no conocemos por dentro el contorno del sentimiento, sino solamente lo que se forma por fuera. ¿Quién no se sentó inquieto frente al telón de su corazón? El telónse levantó: el escenario era de despedida. Fácil de entender. El jardín conocido, y oscilaba un poco: entonces apareció primero el bailarín. No éste. Basta. Y aunque sea ligero al actuar, está disfrazadoy se convierte en un burgués, que cruza por su cocina, entra a casa. No quiero estas máscaras a medio llenar, prefiero la marioneta. Está llena".

Rainer María Rilke
Las Elegías de Duino

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