miércoles, 6 de noviembre de 2013

Con la escoba tras la puerta

A veces, la inseguridad se sienta sobre ti mientras duermes, te agarra el cuello con sus cuatro manos y te arranca con violencia de tus sueños. Tú, te despiertas con los ojos más abiertos que de costumbre y sientes el terror de salir de tus cobijas, quieres huir de las miradas que te juzgan, de los ojos de adentro y de afuera que te observan sin espabilar. La inseguridad te ha dicho tantas cosas al oído que te sientes mareado con las preguntas que atiborran tu cabeza. Uno a uno afloran los miedos, lo políticamente correcto te pesa en el alma, las lágrimas te nublan la vista. Aún no amanece. Afinas el oído, aguantas por unos segundos la respiración y escuchas el ritmo calmo de su aliento. Inhala, exhala. Ese vaivén restablece poco a poco tus pulsaciones. La inseguridad te observa desde el techo a través de su enorme ojo, agazapada como una araña. Tú te dejas llevar por el cálido sonido del oleaje. Intentas sincronizar tu aliento con el suyo, te abrazas a su cuerpo. Logras conciliar el sueño. En la mañana la inseguridad ya se habrá ido.


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