domingo, 11 de agosto de 2013

Conforme pero feliz

A veces pasa que el inconformismo posa su cabeza sobre la almohada del lado y lentamente se mete a la cabeza del dormido. Se desliza sin hacer ruido por los recovecos del oído y asciende hasta instalarse en el lóbulo parietal, el territorio de la sensibilidad general.

La víctima se despierta y apenas abre los ojos comienza a sentirse inconforme. Va a la nevera y tarda en decidir qué tomar de desayuno, se desnuda en el baño y definitivamente algo anda mal con su figura, mira la televisión y no hay duda de que pierde el tiempo tomando una postura frente a lo que ocurre diariamente en su país, piensa que tal vez debería ir en busca de un lugar en el que se sienta menos inquieto y tal vez un poco feliz, pero una lluvia torrencial lo expulsa de sus reflexiones. 

La víctima opta por esconderse de nuevo en su cama esperando que al despertar, cuando haya avanzado un poco más la tarde, la insensatez regrese a su lugar habitual de la mano de ese ser callado y conforme que tanto disfruta ser.

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